Hacer cola es uno de los rasgos culturales más característicos en Inglaterra
Los británicos son maestros en el
arte de hacer cola, es su pasión nacional. Pero en un entorno
modernizado esta línea tradicional pronto puede convertirse en una cosa
del pasado.
En mi época activa, laboralmente se entiende, conocí
a una compañera que en toda su vida no había sido otra cosa más que
secretaria hasta que cayó en desgracia y fue destinada a una oficina
cara al público. Allí se hizo conocida por tener ante su puesto de
trabajo una cola permanente de clientes a medio atender, es más,
conseguía colapsar la oficina con una única persona que se le pusiera en
frente.
Quiero pensar que esta señora hubiera triunfado en Inglaterra porque, a decir de George Mikes en su libro “How to be an Alien” (Como ser un Alien), los ingleses tienen una pasión nacional que es el queueing,
hacer cola para todo. Un inglés a largo del día se pone en cola en la
parada del autobús, se pone en cola para el barco, se pone en cola para
comprar un helado y se une a unas pocas colas más sólo por diversión. Un
inglés, aunque esté solo, forma una ordenada cola de a uno.
Para que una cola funcione hay que respetar unas reglas no escritas:
Si es posible no empujar, se puede dejar la cola momentáneamente y
volver al lugar original, un miembro allegado por familia o amistad se
puede unir a uno a la cola sin que los demás protesten, en largas colas
inmóviles se puede dejar en lugar del titular una bolsa u otro objeto
inanimado y volver más tarde a recuperar el sitio. Sin embargo estas
reglas no son universales porque, por ejemplo, a los chinos y a los
indios sus gobiernos les han tratado de enseñar a hacer cola sin éxito
evidente, y a los italianos no valdría la pena ni siquiera intentarlo.
Foto: Queueing en Manchester / Christakis Schinis
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