viernes, 29 de mayo de 2015

Gaztelugatxe


Gaztelugatxe es uno de esos lugares tan especiales que no se pueden olvidar

Aquí la naturaleza se reduce a la magia envuelta de viento, agua y roca, con un paisaje que hechiza y un halo sobrenatural entre el misticismo religioso y la leyenda.


Siguiendo la línea costera vizcaína de Bermeo a Bakio, superado el cabo Machichaco, donde el iracundo mar Cantábrico cuando se enfada arroja agua y viento sin piedad, se encuentra el islote de Gaztelugatxe, cuyo nombre significa “castillo de roca”, unido a tierra firme por un rústico puente. Tiene forma cónica y su cima está coronada por una ermita dedicada a San Juan, a quién los pescadores de la zona le tienen una gran devoción.

Para los andarines, desde Bermeo se puede llegar siguiendo una caminata tradicional por un entorno rural, sin dejar de pasar por el mirador de San Pelaio, con una impresionante panorámica. Descendiendo se llega al puente de piedra que da acceso a San Juan de Gaztelugatxe cuya cumbre se alcanza después de superar unos 230 escalones. En la subida está representado un “Vía Crucis” y, llegado arriba, sin dejar de disfrutar de las maravillosas vistas hay que poner el pie en la “huella de San Juan Bautista” impresa en el último escalón para pedir salud y tocar la campana 3 veces para que se cumpla el deseo.

La ermita data del siglo IX y fue donada al monasterio de San Juan de la Peña (Huesca) en el siglo XI. En el siglo XIV se convirtió en un bastión inexpugnable para las ansias de conquista del rey Alfonso XI de Castilla que tuvo que retirar sus tropas sin conseguir romper el cerco. No hubo tanta suerte cuando fue saqueada por Sir Francis Drake a finales del siglo XVI, acabando destrozada e incendiada, y su ermitaño despeñado. Reconstruida sobre una planta rectangular con una sola nave en 1886, sufrió un pavoroso incendio supuestamente intencionado en 1978, presentando el aspecto actual desde su reinauguración en 1980.

Foto: Panorámica de San Juan de Gaztelugatxe. / Igor



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