¿Existe la fórmula ideal para acertar con el nombre artístico o pseudónimo?
Pues parece que la hay. Se trataría
de tomar el nombre de la primera mascota que uno haya tenido y unirlo al
segundo apellido de la madre de cada cual.
En una ocasión escuché de boca de un creativo que si
alguien se plantea triunfar ante el público ha de acertar con la
elección de su nombre artístico. Proponía como fórmula infalible tomar
como nombre el de la primera mascota y como apellido el segundo de la
propia madre, una idea que me sonaba a chiste. Pero recapacitando, a lo
mejor, no es tan disparatado.
Pensando en mi caso tendría que estar firmando este articulillo con el pseudónimo de Cholo Casal,
que bien mirado no suena mal. En este punto me entra un cierto
remordimiento al pensar que por no haber adoptado tal nombre a una edad
razonable igual se ha desperdiciado un artista en este cuerpo anónimo.
Tengo que aclarar que Cholo era el nombre del primer perro
que recuerdo como compañero de mi infancia, un “can de palleiro” con
rabo rabeno, de color negro con manchas blancas o blanco con manchas
negras, bueno da igual, y que miraba con la cabeza ladeada porque tenía
el ojo izquierdo en blanco como consecuencia de su atrevimiento al
plantarse frente al gallo cuando era un cachorro. Era un fiel y leal
amigo que no se separaba de mí y ahuyentaba mis miedos cuando yo, con
cuatro años, me aventuraba a recorrer los casi dos kilómetros que había
hasta casa de la abuela, esa querida abuela Carmen que se apellidaba Casal, apellido que pasó a ser el segundo de mi madre y ahora de mi nombre artístico.
Foto: Recordando a Cholo. / Mundiario
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