Quién hace el Camino está obligado a parar en Villafranca de Montes de Oca
En la provincia de Burgos se encuentra esta población de raíces
antiguas, un enclave típico del Camino de Santiago y lugar de descanso
antes de afrontar un trecho sin servicios.
Cuando la infraestructura viaria española se vertebraba dejando un
mapa de marcado diseño radial a partir del epicentro madrileño, una de
las excepciones a la regla era una carretera que atravesaba más de media
España uniendo las ciudades de Vigo y Logroño, la Nacional-120, una
ruta muy transitada en tiempos pasados como parte del eje que unía
Galicia con Cataluña y con un trazado desde La Rioja hasta El Bierzo
coincidente con el Camino de Santiago.
En el trayecto que un adolescente hacía de Santiago a Barcelona, ya
hace unos años, hay cosas que se le han quedado grabadas a fuego, como
aquellos ascensos y descensos interminables a puertos sin viaductos ni
túneles, en los que perdías la cuenta del número de curvas, como ocurría
en Piedrafita, el Manzanal o el Bruch. Y rescatando recuerdos de estos
viajes que duraban más de un día por trayecto aflora el de un bar de
carretera, en la misma N-120, al pie del puerto de la Pedraja, en la
provincia de Burgos, en el que su principal atractivo era la presencia
entre la clientela de una jabalí domesticado.
Este pueblo era Villafranca de Montes de Oca, un enclave que en la
actualidad cuenta con poco más de un centenar de habitantes. Es el
sucesor de la ciudad romana de Auca Autrigona que quedó arrasada por las
incursiones musulmanas. Renacido, en la época visigoda, tuvo gran
influencia política y religiosa siendo sede episcopal hasta que en 1.075
se trasladó a Burgos. Vestigios de un floreciente pasado son su iglesia
parroquial dedicada a Santiago (siglo XVII) y el hospital de peregrinos
de San Antonio Abad (siglo XIV), hoy convertido en hotel y albergue.
Foto: Iglesia de Santiago. / Andrè Bull
No hay comentarios:
Publicar un comentario