Mirando hacia él o desde él, el Pico Sacro resulta un capricho para la vista
Al verlo de lejos, solo piensas en querer subir a él y, una vez coronado
después de una empinada caminata, lo que desde arriba se divisa invita a
no querer bajar.
De todos los montes de Galicia que en mi época de colegial se
memorizaban como Faro, Farelo, Pico Sacro y Bocelo, el Pico Sacro
resulta ser el menos alto pero el más conocido y mítico por la cantidad
de historias y leyendas que lo rodean. Se sitúa cerca de Santiago de
Compostela, en el ayuntamiento de Boqueixón. Es un monte que se eleva
cerca de 600 metros sobre el nivel del mar y su silueta es un punto de
referencia en la zona a la que apuntan habitualmente los objetivos de
las cámaras de los fotógrafos amantes de los paisajes.
Su nombre está ligado a las leyendas relacionadas con el traslado del
cuerpo del apóstol Santiago de Palestina a Galicia y a muy diversos
relatos y narraciones populares. Por sus inmediaciones pasa uno de los
Caminos hacia Santiago, el Camino procedente del Sudeste y de la Vía de
la Plata, y viene siendo el equivalente al Monte do Gozo del Camino
Francés, desde donde se perfilan por primera vez las torres de la
Catedral.
Al margen de mitos y leyendas, resulta ser un emplazamiento
geográfico con una privilegiada visión panorámica, un lugar habitado
desde la prehistoria según lo atestiguan petroglifos, grabados rupestres
y mamoas hallados en su falda. En el siglo X se construyó en su cima el
monasterio de San Sebastián, del que sobrevive la capilla.
Posteriormente, en el siglo XV, se levantó la fortaleza de Montesagro,
de la que se conservan unos mínimos restos y un gran aljibe excavado en
la roca. Todo lo demás, que no está escrito pero no por ello es menos
interesante y enigmático, forma parte del encanto de la magia, la
mitología y la leyenda que, desde tiempos remotos hasta el día de hoy,
perviven en el imaginario de la tradición popular.
Mundiario
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