Miremos a Tuvalu como un país casi virtual y con un posible futuro efímero
Es una de las naciones más pequeñas y remotas del mundo enriquecida
gracias a internet y amenazada por el incremento del nivel de los
océanos debido a su escasa altitud.
Tuvalu es una monarquía constitucional independiente en el suroeste
del Océano Pacífico, a mitad de camino entre Hawaii y Australia, formada
por un archipiélago compuesto de 3 islas de arrecife y 6 atolones,
anteriormente conocido como Islas Ellice. Tiene una superficie de unos
escasos 27 kilómetros cuadrados y una población de poco más de 10.000
habitantes, lo que le convierte en el cuarto país más pequeño del mundo,
en términos de superficie, y el segundo menos poblado, después del
Vaticano.
El archipiélago fue descubierto por el explorador berciano Álvaro de
Mendaña que, navegando por el Pacífico con su nave Capitana, el 16 de
enero 1568 avistó su primera isla, que resultó ser Nui, aunque él la
llamó la Isla de Jesús. No hubo contacto europeo con Tuvalu hasta 2
siglos más tarde, cuando en 1781 el comerciante español Francisco
Maurelle, desviado de su ruta de Manila a México llegó al atolón de
Nanumanga. En ambos casos se puede decir que Tuvalu fue descubierto por
accidente y provocando un nulo interés en sus descubridores hasta que,
en el siglo XIX, entró en la órbita británica de la mano de la industria
ballenera hasta su independencia en 1978.
Los habitantes de Tuvalu no han sido muy afortunados a lo largo de la
historia que digamos, primero fueron ignorados por sus descubridores y
luego visitados por comerciantes de esclavos. La falta de recursos hizo
que vivieran siempre con una economía de subsistencia, comerciando con
fosfatos o vendiendo licencias de pesca, porque las islas son demasiado
remotas para el desarrollo del turismo a gran escala. Sin embargo las
nuevas tecnologías vinieron a sacarlos del ostracismo. En 1998 Tuvalu
comenzó a “alquilar” su código telefónico para líneas eróticas y
similares, pero la mayor alegría se la dio internet al ceder el dominio
“.tv”, que le corresponde, a una empresa americana por una millonada que
puede que tengan que darse prisa en gastarla ante la posibilidad de que
su territorio, con un altura máxima de 5 metros, pueda desaparecer por
los efectos del cambio climático. De hecho incluso están valorando la
posibilidad de adquirir terrenos en otro lugar para trasladar el estado.
Foto: Atardecer en la laguna de Funafuti. / Christian Cabre
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