En las islas de Cabo Verde la gente es, por naturaleza, feliz y hospitalaria
La tierra de Cesária Evora, la “Diva descalza”, con un clima tropical y
temperaturas moderadas en el agua y el ambiente, hace que los
caboverdianos tiendan a ser así.
Santo Antào, la más montañosa; Sao Vicente, la más cultural; Sao
Nicolau, la más impoluta; Sal, la más soleada; Boa Vista, la más
acogedora; Maio, la más recóndita; Santiago, la más fértil; Fogo, la más
volcánica; y Brava, la más floreciente. Así son las nueve islas
habitadas que conforman el archipiélago de Cabo Verde.
Cabo Verde, con una superficie de unos 4.000 kilómetros cuadrados y
una población de poco más de medio millón de habitantes, es un país
formado por un grupo de islas subtropicales y volcánicas, situado en el
Océano Atlántico frente a la costa de Senegal. Un lugar del que, por
experiencia propia, con las reservas oportunas por la generalización y
con alguna excepción, llegan a España numerosas personas con un alto
concepto del trabajo, la lealtad y unos rectos principios del deber y el
honor.
En realidad el archipiélago se distribuye en dos grupos de islas,
Ilhas do Barlovento al norte e Ilhas do Sotavento al sur, que difieren
mucho entre sí, lo cual hace que formen un conjunto único. En las islas
del norte se puede encontrar espectaculares montañas y valles
tropicales. Las islas más orientales, Sal, Boavista y Maio, están
orientadas más hacia el turismo, con maravillosas playas de arena blanca
y un mar azul. Entre las islas del sur se encuentra Santiago, la más
grande y donde se ubica la capital, Praia, con una rica historia
colonial.
Foto: Puerto de Mindelo, Cabo Verde. / Alison
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